He empezado a aceptar mis defectos.
Siempre hago montañas de granos de arena, soy desordenada, soy la peor conmigo misma, a veces demasiado vaga, es muy fácil hacerme daño aunque no lo demuestre, me muerdo las uñas, en ocasiones soy muy borde, acostumbro a pensar que puedo cortarme a mí misma el pelo, empiezo libros y los dejo a la mitad y en ocasiones me gusta demasiado el control.
Y son estos los que ahora se me vienen a la mente, que si quisiera sacar más, podría.
Ser consciente de los defectos es una virtud, saber controlarlos, podríamos llamarlo magia.