lunes, 8 de junio de 2015

No estaba sola, tenía a la luna.

Recordó que la luna le hablaba por las noches cuando no podía dormir. Sonrió al pensar que no estaba sola porque tenía a la luna.
Ella pensaba que no se merecía que la luna le prestara atención. Siempre hubo estrellas que le mintieron, pero sólo la luna le escuchaba. La luna no tuvo que pedirle esa complicidad, porque se la dio sin dudarlo. Se abrió a la luna como nunca se había abierto a ninguna estrella.
La noche se cernía sobre ella y cuando todo estaba oscuro, tanto como para no saber ni dónde estaba, la luna llegaba con su inmensidad y su luz para hacerle saber que no estaba sola, que tenía a la luna.

Gracias, luna.

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